Empieza un nuevo año y me pregunto por el presente y el futuro. ¿Qué quisiera para mi país? Y me respondo con vehemencia que lo que más anhelo es la transformación cultural que afecte las formas de comportamiento de hombres y mujeres y que haga posible una vida más tranquila y más equilibrada. Cambios en la mentalidad dominante de los hombres; que dejen de sentir que son los valientes y poderosos, que dejen de creer que son dueños de las mujeres, que empiecen a sentirse frágiles, sensibles, y que aprendan a conectarse con sus emociones. ¿Y con relación a las mujeres? Quisiera que no nos siguiéramos llamando “las princesas”, “las mamitas”, “las reinas”… Que dejáramos atrás esa forma tan absurda de vernos como seres dependientes, con tanta dificultad de asumir criterios propios, inseguras de tomar decisiones personales desde la valentía y el entusiasmo. Que dejáramos atrás ese pensamiento dominante en muchas mujeres de creer que para ser mujer se requiere primero ser madre, pensando que ese ideal de la maternidad es un instinto de la naturaleza, sin entender que es un mandato cultural que nos ha determinado a través de la educación y de la religión. Entender que podemos aspirar como mujeres a la superación personal, a la independencia económica, al progreso y crecimiento como personas y como ciudadanas. Me gustaría un encuentro más equitativo y respetuoso entre mujeres y varones, comprendiendo la diferencia en un marco de igualdad de oportunidades. Tengo la ilusión de que en este año 2014 se otorgue valor e importancia a estos cambios culturales y que desde la educación formal de la niñez se realicen programas que orienten hacia la equidad, hacia el respeto por las diferencias en las opciones sexuales, la superación del racismo y las discriminaciones de tan variado tipo. Tengo anhelos de cambio y de paz desde la cotidianidad, ilusiones de transformación desde la vida personal, que harán sostenible la paz anhelada que todos queremos lograr a nivel general en este nuevo año.
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