Volvió a Bucaramanga, demasiado discreto y algo fugaz, el Museo del Nunca Jamás, liderado por el incansable Gabriel Latorre y resultado de (re)construcciones colectivas del pensamiento, de experiencias y emociones. La 2a exposición del museo itinerante está en la sede de Comfenalco (Av. González Valencia 52-89) hasta mañana.
La primera exposición inicia con “los grilletes del machista”: éstos que amarran a muchos hombres a conductas violentas que hacen daño a sus compañeras pero también a ellos mismos; porque la violencia termina por asquear hasta a los que la ejercen desde su poderío o desespero. Los demás módulos sobre “mujeres, esposas, esposadas” hacen énfasis en los estragos del machismo en niñas y mujeres, suscitando reflexiones e intercambios de ideas y experiencias. El museo se caracteriza por ser interactivo; nadie queda indiferente.
El rincón de la colegial embarazada llama especialmente la atención: una muñeca grande con uniforme escolar y “barriga prominente”; testimonios de adolescentes, madres por accidente, descuido, ignorancia o por complacer a un novio apremiante. Se emocionan hombres y mujeres por igual: como padres y madres temerosos por sus hijas; algunas por recuerdos propios. Está el rincón de libros con testimonios de abuso sexual infantil, de violencias hacia las mujeres, propuestas de nuevas masculinidades etc. El ambiente es serio con lugar para el humor. Un panel de caricaturas llama la atención sobre las injusticias y discriminaciones a las que muchas mujeres están sujetas; se sonríe a la vez que se opina y reacciona. Algunas o algunos se identifican y reconocen; otros y otras se ofuscan y protestan. Una “estatua” con el rostro tapado de gaza rinde homenaje a las mujeres atacadas con ácido. Hay un rincón lúdico en el que uno puede encuadrar su cara en marcos simulando obras de arte, marcados: “Yo tengo valor; no maltrato a las mujeres” o “Igualdad ante la ley”.
Sin duda, tal exposición hace más contra la violencia hacia las mujeres que 1001 noches de “solo mujeres”.
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