Los inicios de 2014 fueron tormentosos en Francia, por cuenta de un complemento de ley promulgado a finales del 2013 con el objeto de “integrar la teoría de género” en la enseñanza primaria. Esa teoría de género, distorsionada por tradicionalistas extremos, espantó a más de uno. Se habló de la primera clase en la que los niños irían vestidos de niñas y viceversa, para que cada cual experimente qué es estar en la ropa del otro sexo. Nada más absurdo e inútil…Corrieron rumores sobre intenciones de transformar niños en niñas y promover, entre otras cosas, el aborto y el matrimonio entre homosexuales con todo y posibilidad de adoptar, acabando así con las familias… Entonces, se cambiaron los términos y se habló de impartir en las escuelas una educación para la igualdad entre las mujeres y los hombres y la deconstrucción de los estereotipos sexuales. Desde el jardín infantil hasta terminar el bachillerato, alumnos y alumnas aprenderán a convivir en igualdad. Los fundamentalistas no pudieron tergiversar las intenciones de tal norma para alegar irrespeto a las leyes de la naturaleza y divinas.
Para no ofuscar a nadie, no se hablará de la “peligrosa teoría” a los escolares de Francia, sino que, sencillamente, a través de la convivencia escolar, se les enseñará que niños y niñas, hombres y mujeres debemos y podemos ser iguales y no se enseñará ninguna teoría sino buenas prácticas. Niños y niñas aprenderán a respetarse y considerarse iguales. Es una enseñanza transversal, que atraviesa todas las materias y que debe ser impartida por todo el profesorado, sea de economía, de sociales o lenguaje. Se trata de hacer entender y aceptar que las desigualdades no son naturales, sino construidas socialmente a partir de diferencias sexuales naturales. Pero la igualdad puede asustar, como inquieta siempre la posible pérdida de privilegios.
Si hubiera en las escuelas colombianas este aprendizaje vivencial de la igualdad entre hombres y mujeres, probablemente disminuirían los asesinatos de mujeres a manos de “compañeros sentimentales”.
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