Durante muchos años lamenté haber nacido mujer. No porque sufriera de disforia de género, sino porque veía que los hombres gozaban de una libertad y una autonomía que a mí me eran negadas. Quería ser hombre porque cuando ellos salían nadie les preguntaba quién los recogía ni a qué horas llegaban; porque cuando se sentaban les traían comida y bebida;