Hace unos años, Ingrid Betancourt fue una mujer que optó por “hacer política” a pesar del desprestigio generalizado de esta actividad. Ella explicaba de manera coloquial que la política era como una sopa en la que todos – los politiqueros – escupían para que los demás no quisieran participar del banquete. Así explicaba la manera como los politiqueros, clientelistas y corruptos, se apoderaban de la política: nadie quiere probar una sopa en la que tantos han escupido.
Tiempo después, otra mujer inteligente y valiente se postula al Congreso de la República al que califica como una de las instituciones más desprestigiadas del país. De hecho, al iniciar sus actividades como senadora electa por la Alianza Verde, Claudia López, declara y quiere demostrarque que la política no es solo para corruptos. Afortunadamente no está sola en la tarea de devolver su dignidad al ejercicio de la política.
En realidad, el sentido de lo político es lo “relativo al ordenamiento de la ciudad o los asuntos del ciudadano”, todo para “resolver los problemas que le plantea su convivencia colectiva.” Por lo tanto, la política es inherente a la organización de la vida en sociedad. Así que todo el pueblo de una nación “hace política”.
Por todo lo anterior, resulta absurdo criticar que personas comprometidas con causas de tipo social o ambiental se “pongan a hacer política”.Que los “ambientalistas” se lancen a la política; perfecto. Tienen así la oportunidad de defender las causas del ambiente no solo en las calles con nutridas marchas, sino también desde donde se hacen las leyes. Que estudiantes “tira piedras” opten por alcanzar sus objetivos de cambio desde las vías legales y electorales; perfecto. Así mismo, si la guerrilla reinsertada logra tener un par de representantes en el Congreso y cambiar terrorismo por argumentos y legislación; perfecto. Hacer política representa una opción válida frente a las marchas y otras formas de protestas más o menos legales o violentas.
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